martes, junio 16, 2009

Jitomate del destino

Mientras guardo en una bolsa algunos jitomates saladet siento a alguien muy cerca de mí. Es la misma mujer con quien me topé comprando leche, y más tarde en la sección de discos con el último disco de Huracanes del Norte en oferta que yo quería, y ahora está escogiendo los mejores jitomates para sí.

Este grandote me gusta, pero ella ya lo vio. Lo tomamos al mismo tiempo y de pronto me doy cuenta de que esta mujer es muy guapa, y está tan cerca de mí que fácilmente percibo su aroma de agua de colonia. Esto me recuerda a mis padres.

Cuando era niño nos asustaban a mis hermanos y a mí diciéndonos que de no haber mi padre entrado a ese restaurante a tomar un trago, jamás hubiese derramado el café de mamá sobre su vestido, ella jamás se hubiera quemado las piernas a tal grado que la llevaran al médico, y nunca hubiera recibido allí la visita y disculpas de papá que al final la conquistaron. Nos aterraba pensar en nunca haber nacido. De haber sido así este jitomate sería solo de la mujer frente a mí, sin lucha alguna.

Le digo -lo siento señorita pero yo lo agarré primero- parece que esto le molesta y se retira...

Ah... pobres niños no natos que pudieron surgir de esto.

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