viernes, mayo 22, 2009

Arte y desnudez

Sé muy bien cuándo decidí que el arte no era suficiente. Estaba frente a una escultura titulada “Desolación”, y mientras la veía sentí justamente eso.

En la escultura de piedra negra una mujer abre muy grande la boca, en un gesto de dolor profundo e irremediable mientras abraza a un hombre de sombrero cuyo rostro no podemos ver porque está inclinado sobre sus rodillas en posición de derrota y abatimiento.

Las figuras se iban expandiendo con el tiempo y el espacio, haciéndose uno con todo el dolor que había sentido en mi vida hasta ese momento. De pronto, todo a mi alrededor comenzó a borrarse, a hacerse humo, confusión y pozo profundo… pero yo seguía ahí, intacta, con mis jeans, mi camiseta roja y mis tenis sucios. Entonces supe que el arte no era suficiente.

Era como vivir siempre excitada sin la liberación abrigadora del orgasmo el estar frente a una pintura o escultura y comenzar a fundirme en las dolorosas formas suaves y la vida que emana para que al poco rato todo se detenga ante las telas insulsas y pragmáticas con que la sociedad me cubre.

Ya no podía más. Estaba siempre de mal humor, evitaba mirar las paredes para no encontrarme con alguna expresión artística que me dejara de nuevo en la frustración contenida y me dolía la cabeza. De seguir así un día encontrarían un tumor en mi espíritu, un quiste en mi humanidad, coágulos rojos en mi garganta.

Me levanté muy temprano para ser la primera en entrar. El guardia me saludó, la taquillera me dio mi cambio y subí rápidamente los escalones de mármol blanco que me llevarían al segundo piso del Museo Nacional.

Pasé con indolencia frente a todos los cuadros y esculturas deteniéndome únicamente hasta estar frente a Desolación. Pero Desolación no me miraba, solo sabe mirar su propio dolor. No había más personas, ni guardias. De un jalón me quité el vestido, que era lo único que llevaba puesto.

Miré fijamente la escultura, que se expandía con el tiempo haciéndose uno con todo el dolor que había sentido en mi vida hasta ese momento. La sala comenzó a borrarse, a hacerse una cima de que la me dejaba caer para flotar desnuda dentro de la figura.

Era una sensación abrumadora, hormigueante y fabulosa. Mi cuerpo sudaba y se convertía en agua mineral. Casi en el clímax y a punto de estallar, una mano fría y húmeda tocó mi brazo y sentí el vapor emanado del contacto. Abrí los ojos. Un guardia trataba de cubrirme el cuerpo con su chamarra mientras varias personas hacían círculo a mi alrededor, sus rostros sorprendidos o burlones.

El arte no es suficiente. Debes tener el dinero para comprarlo, llevarlo a casa y ser parte de su textura y su mensaje, sin nada de por medio, sin interrupciones.

El arte no es nada si no eres uno con el arte.

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